Sueño que estoy en unos grandes almacenes en los que sólo venden trencas de pana y, por algún casual, yo adoro las trencas y la pana.
Me acerco a la dependienta y le explico en inglés que quiero comprar una de esas estupendas trencas. Ella me mira y sonríe, como si no me entendiese y le pareciese ridícula mi forma de hablar.
Empieza a entrar gente y miran la variedad, que es más bien nula. Las prendas están por todas partes, incluso por el suelo, pero una extraña fuerza me impide coger una y mostrársela a la tributaria para que me la cobre.
Los clientes recién llegados cogen las trencas y se las compran a las vendedoras que, así de súbito, se han multiplicado y ahora son cuatro.
Vuelvo a intentar comunicarme con la dependienta. Pero mi ingles sigue siendo insuficiente para que ella comprenda que quiero comprar una trenca de pana.
El almacén empieza a llenarse, esta todo plagado de guiris comprando las trencas. Me muevo entre el mar de gente y le grito a las empleadas, que ahora son veinte, que quiero comprar una trenca, en ingles, claro. Pero sus risas siguen ahí, todas paran lo que están haciendo para mirarme y reírse.
Finalmente el almacén se ha vaciado, no quedan ni clientes ni dependientes, y mucho menos trencas.
Me levanto del suelo, que estaba enmoquetado en pana, y me dirijo a la puerta y salgo. Todo el mundo lleva puesta una trenca de pana, todos menos yo. Yo estoy en calzoncillos.
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