Los camareros empezaban a recoger las sillas y a limpiar las mesas.
Yo continuaba sentado en la parte exterior del restaurante, contemplando el mar. La noche hacía del vasto océano un gran vacío de tenebrosa oscuridad.
Abrí la segunda botella de Johnnie Walker y le pegué un buen trago.
Oí como se acercaba alguien por detrás. La voz de Miguel me hizo estremecer.
-Parecido a una fiesta de cumpleaños ¿Eh? -Me llevé de nuevo la botella a los labios y le di un largo sorbo. Luego le miré de reojo. Llevaba el traje que había usado para casarse , no se había quitado ni la corbata y su pelo estaba exactamente igual que al comienzo del día, impecable. Yo, por lo contrario, me había desanudado la corbata, quitado la chaqueta y remangado la camisa.
No me sorprendió verle con una botella de vino blanco agarrada fuertemente en su mano izquierda, llevaba toda la celebración bebiendo eso.
-En una fiesta de cumpleaños habríamos terminado peleándonos en el barro- espeté, dejando mi mirada perdida. Miguel se sentó a mi lado.
-¿Es este el fin de nuestra juventud?- preguntó con una triste sonrisa. Ignoré la pregunta y volví a besar la botella de JW- ¿Recuerdas a Esther?
-Para no olvidarla. Tu primer amor y mis primeros trabajos como 'sujetavelas' - Ambos reímos. Yo miré mi botella con la típica sonrisita que queda después de la carcajada; Miguel se quedó mirando el mar.
-Siempre fuiste tu el enamoradizo, al que más le duraban las mujeres. Pensé que serías el primero en casarte de los tres.
El silencio volvió a nacer. No había nada que decir.
Miguel dio otro sorbo a su botella, miró la etiqueta y la tiró con furia contra una de las mesas plantadas en la arena, destrozando el vidrio y derramando lo que había en su interior.
-Isaac estaría feliz de estar aquí- dije serio, sin dejar de buscar un punto perdido en el horizonte. Él se llevo las manos a la cara.
-¿Recuerdas lo que decía siempre que pasábamos por delante de la funeraria aquellas noches de borrachera?
Hubo una pausa.
-''Agachaos, no vaya a ser que os tomen las medidas''
-Siempre mantuvo el humor.
-¿Como lo hizo? Para mantener la sonrisa en todo momento, me refiero.
Me incliné de hombros pensativo.
-Creo que el día en que desapareció nuestra juventud fue aquella mañana de septiembre en la que el sepulturero comenzó a echar tierra sobre su ataúd.
Me mordí el labio
-Lo recuerdo bien. En aquella cama, en aquella blanca habitación. Mientras se lo llevaban al quirófano para aquella ultima operación....
-El nos miró y preguntó; ¿Por qué tan serios? y nos guiñó aquel ojo....
Ese ojo que nunca estuvo en su sitio.
Dedicado a Isaac. Porque no conozco otra manera de inmortalizarte.
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